El verano en la ciudad de Cádiz propone tal número de imágenes para fijarlas en la retina y llevarlas en la mochila de los recuedos que, las más de las veces, no resulta fácil saber con cuál quedarse. La salvaje apariencia de la Playa de La Cortadura desde el Ventorrillo de El Chato hasta Torregorda con su fascinante cordón dunar, los atardeceres repartiendo magentas en sus mil variantes en el cielo desde cualquier punto con vista al horizonte -aunque especialmente bellos desde Santa María del Mar-, La Caleta en 360 grados con un complejo de estampas a cuál más cautivadora... Y así se podría continuar una lista sin salir apenas de sus playas que, por fortuna para la gente de Cádiz y la que no lo es pero se hace gaditana desde su primera visita, luego tiene paragón numérico tierra adentro, es decir, en la misma ciudad con o sin el mar como protagonista pero al margen de su litoral.
Y desde hace más de un cuarto de siglo, la imagen de los surferos también ha ido convirtiéndose en otra de las estampas de Cádiz, de sus playas y de sus veranos.
En los últimos años, yendo a más, Santa María del Mar, por ejemplo, ha experimentado un boom que parecía impensable cuando los primeros jóvenes amantes de coger olas con sus tablas bajaban hasta La Victoria o Cortadura.
Hoy, los días buenos de olas, no ya del verano sino de todo el año, Cortadura y, sobre todo, Santa María del Mar, son todo un espectáculo de gente de todas las edades metidos en sus trajes de neopreno y sobre sus tablas esperando la ola perfecta.
Incluso, el entorno de estas dos playas gaditanas respiran un ambiente surfero tal hasta el punto de haberse convertido en lugares de referencia para la práctica de este deporte. Y que llegan de todos lados, oigan. Y todo el año.